¿Por qué perdió el ONCE CALDAS?

Por Esteban Jaramillo Osorio

Papelón. Descalabro. Que duras son las caídas.

El peor veneno del futbol es sentirse ganador sin jugar los partidos.

Por eso la derrota llegó insospechada, abrupta y dolorosa, para cerrar el ciclo de la Copa y poner patas arriba el sueño de los aficionados, entre rabias contenidas y dolores profundos.

Decepcionó el Once Caldas a su hinchada que, inflada de optimismo y fervor, que deliró en la tribuna en la antesala y en los compases iniciales del juego.

Todo se derrumbó ante el primer gol en contra. No hubo casta ni madurez para afrontar la desventaja, ni carrete para sostener la diferencia en goles, que le favorecía.

Se perdió la conexión entre rendimiento y resultado. Empezó la agonía que terminó en el último penal de la tanda, cuando ya dominaba la desconfianza.

El Once, no fue el Once. Aguirre no fue Juan Henao, el de 2004 y Dayro perdió su olfato goleador, cuando más se le necesitaba. Cuatro opciones suyas erradas, sumadas a las de Barrios, Zuleta, Mejia y Beltrán, en el juego anterior, fueron detonantes a la hora de la caída.

El D. T y su pizarrón se rajaron. Los desaciertos en la alineación y en los relevos, fueron tan triviales, tan inútiles, tan repetidos.

Del Once tocador, de juego elaborado, alegre y productivo, poco se vio. El temor a perder pasó factura. Por eso nunca fue superior al compromiso.

Se desmoronaron las fortalezas de la noche a la mañana. La técnica en las combinaciones, la precisión en el vértigo, la presión sostenida, la frescura en el trámite, el trabajo combativo.

Luis Sanchez, el guia fue anulado, por un trabajo firme en la marca de Jordy Alcivar, una de las figuras del partido, al igual que el argentino Michael Hoyos t Juior Sornoza, quien manejó los hilos del juego a su antojo sin que lo neutralizaran, en la zona en la que Mateo y Robert Mejía se fajaban impotentes.

El temor a perder pasó cuenta de cobro y las contras, arma predilecta, no funcionaron.


La improvisación, que es acostumbrada, también hizo estragos. Juan Cuesta, sacrificado en la banda que no es suya, Palacios como un carro sin frenos, Tamayo superado y desesperante, en su flanco, con retardo en su relevo.

La venta de JuanPatiño, en plena consolidación, fue un error con alto costo. Lo mismo la carencia de retoques en la nómina cuando la Conmebol lo permitía.

Cayó el Once en los penales. Pero dejó constancia con calidad indiscutida en los registros del torneo.

Causó sensación por su juego y su rendimiento, por su imbatibilidad sostenida, sus estadísticas y sus goles. Por Dayro y su instinto, pero la gasolina se agotó a metros de la gloria.

Suele ocurrir cuando se mira al rival, sin evaluar sus alcances y su contenido. Cuando se evalúa el futbol con triunfalismo y fanatismo. Esteban J.

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