Alexa Moreno recibió acoso en redes sociales durante los Juegos Olímpicos de Río 2016, pero su talento ha pasado al primer plano. Hizo historia con su medalla en el Mundial de gimnasia de 2018 y ahora aspira al podio del salto de potro los Juegos de Tokio 2020, en 2021
Alexa Moreno recuerda vivamente el momento en que atravesó la cortina que llevaba al escenario de sus primeros Juegos Olímpicos. “En ese momento, todo se siente diferente”, recuerda al hablar de Río 2016. Fue el instante en que al fin los sintió reales. Sólo quedaba dejarse fluir.
Recuerda también, y es inevitable, la ola de comentarios vejatorios que se desató en las redes sociales. Personas que consideraban que su cuerpo no se ajustaba al prototipo de una gimnasta.
Su respuesta es siempre la misma: fue una situación desagradable, pero nunca le dio más importancia de la que merecía. No más que a lo que pensara la gente del mundo de la gimnasia y, sobre todo, los que han vivido este camino con ella.
Sobre la tarima fue aún más contundente: después de un breve paréntesis para retomar los estudios, volvió en 2018 y apenas nueve meses después se convirtió en la primera mujer mexicana de la historia medallista en un Mundial de gimnasia.
Al bronce en salto de potro que cosechó en Doha, Alexa Moreno unió la final de 2019 en Stuttgart en la misma prueba, que confirmó su presencia en la élite mundial y selló el billete a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, unos Juegos soñados para ella, que se confiesa amante de la cultura oriental.
«Me gusta mucho la cultura oriental. No sé por qué, pero desde pequeña me llamó mucho la atención. Supongo que por ser tan diferente de lo que conozco, de lo que estaba más acostumbrada, me llamaba mucho la atención y quería conocer más de esas culturas», explicó Moreno en una entrevista con Tokio 2020.
Le gustan los doramas coreanos, el anime japonés (Full Metal Alchemist es su favorito) y es fiel seguidora del grupo de k-pop EXO. Hasta estudió japonés durante un tiempo, hasta que las obligaciones le hicieron dejarlo, aunque algo queda. «Me da para sobrevivir», bromea.
Este domingo, 1 de agosto, desde las 17:52, hora local (3:52 hora central de México), disputará la final de salto de potro en Tokio 2020. La primera mujer mexicana en una final Olímpica de gimnasia desde Denisse López en Sídney 2000.
El orgullo de representar a México
¿Cómo fueron sus inicios en la gimnasia?
Empecé a los tres años. Lo de entrar en el deporte fue idea de mi mamá. Quería que me cansara, porque yo era mucho de andar brincando y subiéndome donde no debía.
¿Cómo pasa de ser un pasatiempo a deporte de alta competición? Y sobre todo, ¿cómo lo asimilan siendo tan jóvenes?
No es tan difícil, porque todo es muy progresivo. De repente llegas a una competencia que sí es como ‘¡Boom!’. De repente todo es más grande, más escenario… Pero a mí me gusta competir, me da ese shock de adrenalina, me emociona.
Pero las primeras veces debe de ser difícil gestionarlo.
Al principio era complicada la presión de entrenar junto a otros países que tú siempre has pensado que son muy grandes, que son los mejores.. Tienes que trabajar para mantenerte concentrada y que no te apantallen. Son cambios muy mentales y necesitas trabajar mucho con el psicólogo para afrontarlos. A mí me ayudó mucho a entrenar la cabeza salir del país [a competir]. Y luego cuando empiezas a ganar internacionalmente sientes más el peso de la bandera, sientes más orgullo, sobre todo al estar parado en un podio y ver tu bandera al lado de otras.
Debut Olímpico con luces y una sombra
En 2011 disputó su primera final de salto en un Mundial de gimnasia. Después repitió en 2014 y 2015. ¿Cuándo empezó a verse en unos Juegos Olímpicos?
¡Cuando me clasifiqué! Yo buscaba estar ahí, pero como siempre tenía que estar trabajando para lograrlo, solo me lo creí cuando me dijeron, ‘ya está, ya tienes tu pase’. De hecho, el Preolímpico fue en Río, y hasta que volvimos ahí para disputar los Juegos no me cabía mucho en la mente.
¿Qué sintió al verse en unos Juegos?
Fue como un respiro, como decir, ‘ya llegué hasta aquí, solo me queda hacer lo que sé y disfrutar del momento’. Ya no había más que pudieras hacer. Ya habías hecho todo el trabajo en el entrenamiento, y ya que fuera como tuviera que ir. Lo sentí como un respiro, como dejarme ir.
Le tocó vivir un episodio muy desagradable en Río 2016. ¿Qué supuso para usted?
Lo primero fue darme cuenta de toda la cobertura que tienen unos Juegos Olímpicos. Era un mundo de personas. Jamás en mi vida pensé que sería así. Yo venía compitiendo internacionalmente desde hacía seis años y apenas se les ocurrió decir, ‘¡Ay, existe!’. Fue cuando entendí la dimensión que tienen unos Juegos.
Y por otro lado, darme cuenta de que había muchas personas detrás de mí que me estaban apoyando. Al final me convencí de que había hecho un buen papel, que había hecho mejores resultados de los que habíamos pronosticado, que había hecho una buena competencia. Eso era lo que valía la pena.
Volver a la gimnasia haciendo historia
Volvió a principios de 2018 y en unos meses ganó la medalla de bronce en el Mundial, la primera para una gimnasta mexicana. ¿Cómo es posible?
¡Le eché muchas ganas! Los primeros meses me costó, pero al tiempo empecé a ver la gimnasia de manera diferente, como con un poco más de control. Mi cabeza lo veía todo mejor. Decidí seguir adelante y rápido retomé lo que había estado haciendo durante los años previos. Luego fue más pulir detalles para el Mundial.
¿Esperaba un resultado así?
La verdad es que no tenía expectativas concretas de nada. Mi objetivo era estar otra vez en una final mundial, pero ya una vez pasé a la final fue, ‘pues ya lo que salga, y si no pues nada’. Total, no hacía todavía un año que había regresado. No tenía esa presión. Era competir por competir. Y creo que eso me ayudó bastante.
En cambio en 2019 sí tenía esa expectativa.
Ya tener la presión de estar peleando la medalla es otra cosa, que es lo que me pasó en el Mundial siguiente. Pasé tercera y me dije, ‘¡Ah! ¿Es en serio?’. Nunca había competido en una final con esa visión en mi mente. Es algo que no me había tocado vivir y me falló la experiencia.
Un icono para México
Su entrenador es Alfredo Hueto, un entrenador español que trabajó con Gervasio Deferr, doble campeón Olímpico de salto. ¿Cuándo empezó esa colaboración y cómo es?
Empecé a trabajar con él aproximadamente a principios de 2015. Él traía una mentalidad diferente. Tenía objetivos más parecidos a los míos. Es una persona muy enfocada en la perfección del movimiento. Todo es afinar los detalles más pequeños, intentar pulirlos. Y hasta entonces yo casi siempre me había enfocado en aumentar la dificultad de los saltos, pero ese lado no lo tenía tan presente. En ese aspecto he avanzado bastante.
¿Esa experiencia que aporta Hueto le hace sentir más seguridad?
Su experiencia se nota también en el momento de estar en la competencia internacional. Se nota en el semblante que agarra. No se inmuta ante esa presión, ¡o tal vez sí! Pero no lo hace notar, que es lo importante. Y eso me genera más seguridad en el momento de estar ahí, porque soy una persona que me puedo acelerar rápido y a veces puedo necesitar bajarle dos rayitas para no querer hacer cosas de más. Solo hacer lo que ya sé hacer. Y su presencia me ha funcionado.
¿Cree que usted es también un icono para la gimnasia de su país, un ejemplo para los niños que vienen?
Espero que sí. A veces me lo han dicho. He visto algunos mensajes y es algo que me llena, porque siento que estoy dejando algo. No es solo hacer y competir, sino que está quedando algo detrás, trascender en el deporte del país. Espero ayudarlos de alguna forma, y que se note que México existe en la gimnasia. Que los que vengan detrás no sean completos desconocidos al inicio y les dediquen la atención que se merecen. En América Latina hay gimnasia de mucho nivel y espero que se motiven.
Fuente: Juegos Olímpicos Tokio 2020