
En un paso hacia el fortalecimiento de la economía rural sostenible y la acción climática, ocho organizaciones de base firmaron en Bogotá los acuerdos de subvención del Mecanismo para Bosques y Fincas (FFF), implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en coordinación con los Ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MinAmbiente) y de Agricultura y Desarrollo Rural (MinAgricultura), con el apoyo de la cooperación internacional.
Cada iniciativa recibirá entre 10.000 y 25.000 dólares, recursos que serán invertidos en soluciones agroforestales adaptadas a sus territorios, con un enfoque en equidad de género, inclusión de jóvenes y pueblos étnicos. Más del 30% de los presupuestos se destinará específicamente al empoderamiento de mujeres rurales; este apoyo permitirá, por ejemplo, que la Asociación de Mujeres Productoras Agropecuarias del Carmen (AMPACS), del departamento del Cauca, fortalezca su café certificado bajo estándares internacionales, o que el Consejo Comunitario San Agustín de Terrón, en Chocó, continúe con el liderazgo de las mujeres piangüeras en la protección de manglares.
“La FAO trabaja para que las mujeres rurales no solo participen en las cadenas productivas, sino que las lideren. Su papel en el emprendimiento y en la conservación es esencial para construir territorios resilientes y avanzar hacia un desarrollo rural en paz con la naturaleza”, destacó Agustín Zimmermann, Representante de la FAO en Colombia.
Acción climática desde las comunidades
Las organizaciones seleccionadas muestran que la acción climática cobra fuerza cuando se apoya directamente a quienes cuidan la tierra y transforman sus territorios. En el Huila, la Asociación Grupo Ecológico Los Castores representa un ejemplo de transición: 16 familias que dejaron atrás la tala ilegal para consolidar proyectos de conservación, apicultura y café especial en Acevedo, Huila.
Thalía Ordoñez, representante Los Castores resalta que “nuestra iniciativa conecta la restauración del bosque con la generación de ingresos dignos con el uso de maderables y no maderables y en asocio con la apicultura y meliponicultura. Ya contamos con un sello de negocios verdes, que nos ha permitido comercializar a nivel local y regional”.
En Antioquia, “Ecoserranía surgió en la Serranía de San Lucas como una alternativa comunitaria frente a la minería ilegal; ahora somos 28 familias campesinas las que seguimos apostando a la conservación de más de 1.300 hectáreas de bosque, restauramos áreas degradadas con viveros locales y fortalecemos la gobernanza territorial”, explica Marlon Galeano, representante de esta asociación. Su apuesta por la forestería comunitaria encarna el principio del mecanismo FFF de fortalecer la economía campesina, con participación activa de mujeres y jóvenes.
Al sur de Colombia, en Timbiquí (departamento del Cauca), la riqueza cultural también se convierte en motor de acción climática. En el Pacífico la Fundación Herencia Natural, en alianza con la Asociación de Mujeres Artesanas Aso Tau´Pirra, articula ciencia, arte y saberes tradicionales para conservar ecosistemas estratégicos del río Saija. El representante Manuel Guayara explica que “este camino lo iniciamos en 2010 con la decisión de declarar la mitad del territorio como reserva natural, cómo no hacerlo si es el territorio el que nos ha protegido, ahora es momento de devolver un poco a través del cuidado y la conservación”.
Por su parte, la Asociación de Mujeres Productoras Agropecuarias del Carmen (AMPACS), también del Cauca, demuestra que las mujeres rurales lideran transformaciones productivas y sociales, con café certificado bajo estándares internacionales, iniciativas de seguridad alimentaria y comercio justo, la organización integra prácticas agrícolas sostenibles con mercados inclusivos, consolidando el enfoque del FFF en cadenas de valor equitativas y con liderazgo femenino. Shelsyn Daianna Tacue Dorado de la asociación afirma que “Nuestra organización integra prácticas agrícolas sostenibles con mercados inclusivos, consolidando el enfoque del FFF en cadenas de valor equitativas y con liderazgo femenino”.
Estas experiencias muestran cómo la gestión integral del territorio, priorizada por la convocatoria de FFF, puede proteger la biodiversidad al tiempo que fortalece identidades locales y la economía de las comunidades sin salir de sus territorios.
Economías que preservan territorios
En el Pacífico colombiano, las comunidades afrodescendientes han demostrado que la economía local puede ser una herramienta poderosa de conservación. En Buenaventura, el Consejo Comunitario del Río Cajambre impulsa la cadena de valor del naidí como motor de desarrollo económico y cultural. “Somos más de 70 personas las que participamos en la producción, recolección y transformación de este fruto que nos da la selva; esto ha permitido mejorar nuestros ingresos mientras cuidamos la naturaleza y fortalecemos el arraigo en un territorio que combina bosques, manglares y saberes ancestrales”, dice Jesús del Carmen Gamboa Lerma, representante del Consejo.
Más al norte, en el Bajo Baudó (Chocó), el Consejo Comunitario San Agustín de Terrón protege 16.852 hectáreas de manglares y bosques húmedos tropicales, mientras sostiene medios de vida basados en la pesca artesanal, la recolección de piangua y la agricultura de pancoger. Su representante, Jose Mariano Mosquera Torres, afirma: “las mujeres piangüeras y pescadores artesanales somos protagonistas de una economía comunitaria que, además de garantizar la alimentación de nuestras familias, preserva la memoria cultural y fortalece la resiliencia frente al cambio climático”.
Desde Tumaco, Nariño, Fanny Yadira Rodríguez Angulo, representante legal de la Corporación de Servicios y Asistencia Técnica Las Varas (Corpoteva), reúne a 286 familias que dieron un paso decisivo hacia la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, cuenta cómo ha sido la experiencia en la producción de cacao de fino de aroma reconocido internacionalmente en París y Tokio. “Iniciamos en 2009 y con este proyecto, luego de más de 17 años, sentimos que llega un muy buen momento para nuestra organización, ubicada en un territorio que sigue resistiendo para que la paz regrese”.
Finalmente, en el altiplano cundiboyacense, Ráquira Reverdece lidera procesos de reforestación y educación ambiental que buscan diversificar la identidad de este municipio, conocido mundialmente por su cerámica, hacia la protección de los bosques nativos. “Somos 24 familias las que venimos trabajando desde año 2023”, dice Katherinne Castillo Perez, representante de la asociación. Con un fuerte liderazgo juvenil, la organización apuesta por restaurar paisajes y transmitir una visión de futuro basada en la sostenibilidad y la conciencia ambiental, en sintonía con la meta del FFF de lograr paisajes resilientes al clima y mejores medios de vida.
Un fondo con impacto social y climático
El Mecanismo para Bosques y Fincas (FFF) es una iniciativa global implementada en más de 10 países que busca fortalecer a las Organizaciones de Productores Forestales y Agrícolas (OPFA) como agentes de cambio frente a la crisis climática y los desafíos del desarrollo rural. Su meta es clara: construir paisajes resilientes al clima y garantizar mejores medios de vida para las comunidades rurales, a través de inversiones directas, asistencia técnica y procesos de formación.
En Colombia, el FFF se alinea con los compromisos nacionales frente a la reducción del 51 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a 2030, así como con la meta de carbono-neutralidad en 2050, y el Plan Nacional de Desarrollo 2022–2026 “Potencia Mundial de la Vida”, que prioriza la protección de la biodiversidad y la equidad territorial. Con la primera convocatoria, lanzada en abril de 2025, se canalizarán recursos hacia proyectos que integran adaptación al cambio climático, inclusión de género e interculturalidad, acceso a mercados justos y gobernanza comunitaria.
“La firma de estos acuerdos marca el inicio de un camino transformador para cientos de familias rurales en Colombia. Con el respaldo del FFF y el compromiso de las organizaciones comunitarias, se avanza hacia un modelo de desarrollo que combina productividad con conservación, inclusión con equidad y resiliencia con paz territorial”, concluyó Zimmermann. Este esfuerzo colectivo reafirma que los territorios rurales no solo son proveedores de alimentos, sino también guardianes de la biodiversidad y protagonistas en la construcción de un futuro sostenible para el país