Un proyecto de reforma constitucional en el Congreso de la República, que busca prohibir las semillas transgénicas, prendió las alarmas en el sector agropecuario y, particularmente, desde el segmento dedicado a la producción de este insumo esencial para las cadenas alimentarias y productivas.
“La iniciativa que ya fue aprobada en primer debate en la Cámara de Representantes pretende prohibir la siembra de semillas genéticamente modificadas en Colombia y cualquier actividad relacionada con las mismas” advirtió Leonardo Ariza, Gerente General de la Asociación Colombiana de Semillas y Biotecnología, Acosemillas.
El directivo aseguró que “se trata de una reforma que, de aprobarse, implicaría un retroceso para el sector agrícola, más aún en estos tiempos de pandemia, en la que los países buscan afanosamente todos los caminos posibles para garantizar la seguridad alimentaria y la mayor productividad posible”.
Agregó que el país acaba de pasar los meses más críticos a causa del coronavirus, con una suficiente producción de semillas, que permitió abastecer a toda la población en el momento en que más lo necesitó. En ese abastecimiento, cobran importancia igualmente las semillas transgénicas, como es el caso de maíz, algodón y algunos tipos de flores azules.
El experto recordó que la constitución de 1991 le dio al campo colombiano valiosos instrumentos para promover la investigación y la transferencia de tecnología para la producción de alimentos y materias primas de origen agropecuario, en aras de incrementar la productividad.
TRES DÉCADAS DE MODERNIDAD
Según el Gerente de Acosemillas, han sido tres décadas de avance hacia una agricultura moderna, en beneficio de los campesinos, de las empresas del sector, pero fundamentalmente de los consumidores, quienes, gracias a la investigación y el desarrollo tecnológico, hoy pueden contar con alimentos más nutritivos a costos razonables.
“Hoy contamos con todo un andamiaje institucional y empresarial que invierte cuantiosos recursos en investigación, en mejoramiento y en desarrollo de tecnologías para una agricultura más productiva y en la que, tanto instituciones públicas como privadas (Agrosavia, Centros de Investigación de los gremios productivos como Cenicaña, Cenicafé, Ceniflores, Cenicel, la Universidad Nacional de Colombia, entre otras) dedican esfuerzos ingentes. Además, se tiene una política pública orientada y regulada por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA)” subrayó Leonardo Ariza.
Argumentó que estos desarrollos no riñen con las prácticas de la agricultura tradicional. La iniciativa de avance tecnológico en el campo, coexiste y ha coexistido con la tecnología y así lo muestran las cifras.
Es así como de los 7,1 millones de hectáreas cultivadas en Colombia, hoy apenas se siembran con semillas transgénicas 101.187 hectáreas con cierre a 2019, entre cultivos de flores, maíz y algodón. Los 7 millones de hectáreas restantes se siembran con semillas convencionales.
También refirió que en un reciente artículo, el ex rector de la Universidad Nacional, Moisés Wasserman, enumeró los beneficios de las semillas mejoradas genéticamente para la salud y el medio ambiente, teniendo en cuenta que ayudan a “frenar la expansión de la frontera agrícola”.
Además, argumenta el profesor Wasserman, “está técnica contribuye a detener la deforestación, la degradación de los páramos y el uso desbordado del agua en la producción de alimentos”.
Por ello, según Ariza, los temores y argumentos para prohibir por ley las semillas transgénicas son infundados: no existe evidencia científica sobre perjuicios para la salud humana. Tampoco es cierto que este tipo de semillas atenten contra la agricultura tradicional.
En cambio, “una eventual prohibición dejaría al país sin investigación para elevar la productividad agropecuaria y mejorar igualmente la calidad de los alimentos. Con una ley de esa naturaleza, Colombia y su agricultura quedarían en un rezago tecnológico y de costos sociales incalculables”, concluyó el vocero de Acosemillas.